Texto aparecido en castellano en la revista italiana "Quaderni rossi di Luther Blissett", #2, noviembre 1998
El trabajo en "lo echado a perder"
Declaraciones de Luther Blissett sobre la Huelga de Arte 2000-2001
Mabel Quiñones: ¿Puedes anticiparnos en qué va a consistir la Huelga de Arte?
Luther Blissett: En absoluto. Sólo podría especular sobre algo que aún no ha sucedido. Cuando Luther Blissett & Karen Eliot & Monty Cantsin lanzaron hace más de un año la convocatoria para Madrid y Barcelona estaban muy lejos de concebir esta iniciativa como algo definido, sabiamente diseñado por especialistas para producir un único tipo de eventos. Más bien se pretendía generar un marco de intervención, una oportunidad para extremar y poner en evidencia una serie de contradicciones, y ver qué resulta de ello. Si otras convocatorias tuvieron su representación formal antecedente en la recontextualización de elementos que propicia el collage, esta iniciativa se plantea como un contexto de intervención colectiva análogo a los que desde hace años invaden las redes de mail-art según el procedimiento de “añadir, copiar y pasar”. No se trata de reproducir en todos el mismo esquema, sino de suscitar la misma inquietud. Semejante planteamiento se expresa hoy a través de muchas iniciativas interesantes, como los Encuentros Incongruentes o el propio proyecto Luther Blissett.
MQ: Pero existirá algún punto de partida, alguna descripción del marco vacío.
L.B.: Creo que el mero enunciado de una huelga de arte constituye una motivación suficiente para provocar un alud de reflexiones y de posibilidades. Nos hemos permitido sin embargo enunciar en un documento anterior [cf. Por una huelga espectacular] aquello que la huelga no debiera ser para nosotr@s. En aquel documento señalábamos tres puntos que no agotan las incertidumbres de las que partimos: decíamos que no es una huelga de silencio. Estamos hartos de minutos de silencio, de lazos de colores y de las doscientasmil firmas. No queremos que la huelga se convierta en un gesto reivindicativo-ritual, y desde el principio propusimos una huelga activa. Tenemos que enfrentarnos a la paradoja de la visibilidad en todo contexto espectacular enfocando el espectáculo y proyectando sobre él sus propios fantasmas. La huelga de arte del año 2000-1 debe ponerse de manifiesto dentro y fuera del cuadro, debe saber estar presente allí donde no se la espere, en forma de piquete o de farsa arrojadiza. Decíamos también que no es una huelga de artistas ni contra el arte, con mayúscula o con minúscula. Los artistas dejaron de interesarnos en el impreciso momento en que se convirtieron en mercancías de saldo ambulantes. Las vanguardias han convertido al artista, cuando no se ha refugiado en el mundo del diseño industrial, la publicidad o los guiones televisivos, en un replicante infeliz de gestos desesperados, y sólo su suicidio resulta relevante para una sociedad ávida de patetismo. Hoy se les soporta “casi sin asesinarlos” [extracto de un tema de “Los Ilegales”: El apóstol de la lujuria], ya que en nuestro siglo no han logrado mantener su función más que atacándola, cuando no ejerciendo un amanerado sacerdocio de pasiones adolescentes. El mundo que vivimos está de vuelta. El anti-arte ya es cosa de ayer, así que adiós, artistas, adiós para siempre. Y es que, como señalábamos finalmente, no es tampoco una huelga de producción. Tal planteamiento seguiría anclado en el reconocimiento de un ámbito de actividad separado que no se corresponde con la situación presente, en que la gestión del capital simbólico se ha hecho difusa y entrópica debido en parte a la dinámica de las redes de comunicación y en parte al despliegue de un mundo estetizado.
M.Q.: En lugar de eso, un boicot de consumo.
LB: Quizá para simplificar,
y para distinguirla de un modo preciso de una táctica errónea
como sería una “huelga a la japonesa”, en su momento la presentamos
de esta forma, pero este planteamiento no me preocupa menos que el otro,
en la medida en que parece suponer el mismo ámbito separado contemplado
desde otra perspectiva. Creo que, en efecto, en el capitalismo tardío
el boicot sobre el consumo resultaría más eficaz que los
parones productivos, puesto que hoy se especula más en el mercado
que en la industria o los talleres. Pero con las redes electrónicas,
las prácticas do it yourself (fluxus, mail-art y un flujo cada vez
más intenso de fanzines y producciones alternativas), los llamamientos
a la participación desde los medios de comunicación de masas,
es todo mucho más complejo: un nuevo género de producción
se superpone al ordenamiento económico de los impulsos, lo niega
y lo alimenta. Es difícil identificar hoy al consumidor en estado
puro en un mundo donde la propia imagen resulta negociable y donde la tendencia
decadente se desplaza ya de la voracidad consumista hacia el vértigo
masoquista de ser consumidos.
Hace poco tiempo hemos asistido
en España a un comportamiento masivo que plantea un buen precedente
de cara a lo que queremos decir. Me refiero a la movilización de
internautas ocurrida en septiembre contra las nuevas tarifas telefónicas
aprobadas por el Ministerio de Fomento, que alcanzó una participación
notable a pesar de las diversas manipulaciones de cifras que el propio
uso de la red propicia. Evidentemente, aunque la conexión a internet
sólo puede interpretarse como el consumo de un recurso en el orden
económico, más aún en el caso del sistema monopolístico
español, este modelo no agota la interacción con las redes.
Una de las acciones consistió en una huelga de “páginas caídas”.
Otra, en una acción coordinada que consiguió bloquear la
humilde centralita de Telefónica, y algunos intentos de cambiar
los contenidos de su web no pudieron llevarse a cabo. Con todo, esta movilización
responde ya a un nuevo concepto, y ha hecho que los internautas adquieran
una mayor conciencia de su poder. No pienso que esto vaya a cambiar mucho
las cosas, pero invita a meditar sobre ello.
M.Q.: ¿Reside acaso en estas peculiaridades el sentido propio que diferencia a esta convocatoria de otras anteriores?
L.B.: ¿Quieres decir que si es un concepto original? Ante todo quiero subrayar que no necesita serlo. Ni siquiera la convocatoria de 1990-93 que lanzó Karen Eliot pretendía ser original, e insiste con frecuencia en la existencia de precedentes que podría perfectamente haber obviado. Nada surge sin una composición de lugar que lo haga posible. Esta huelga partió de un contexto local como oposición a la candidatura de Barcelona para la capitalidad de la cultura europea en el año 2000. En Madrid ya se sabía lo que eso significaba con la experiencia de 1992 y hoy podemos hablar de sus lamentables consecuencias. La cuestión es que cuando la candidatura de Barcelona fue retirada el concepto ya había prendido en otros lugares y por otras razones, y no fue poco el entusiasmo con que algunos lo asumieron. ¿Y quiénes somos nosotros para evitarlo? Aquella primera convocatoria no penetró en su día en el ámbito hispánico, y en consecuencia muchos activistas perdieron la ocasión de asumir esta experiencia, como muchas otras, lo que ha llevado a la cultura y la contracultura españolas a un provincianismo que resulta chocante cuando uno contempla la enorme cantidad y variedad de hispanohablantes que existen en el mundo. Ahora bien: ¿cómo “traducir” esta experiencia, de forma que sea comprendida por quienes no la han vivido? ¿Presentándola como algo realizado y con unas consecuencias más o menos irrelevantes? En vez de eso teníamos que transmitir la vivencia del suceso, y eso nos forzó a buscar en los precedentes las líneas de apertura, las emergencias a las que se puede aspirar a partir de lo conocido. La situación es otra porque el momento es otro, pero además es otra porque tiene precedentes que determinan posiciones que tal vez no podríamos alcanzar si ellos, y porque estos precedentes siempre presentan al receptor sus aspectos inacabados.
M.Q.: ¿Se trata entonces de realizar ese inacabamiento?
L.B.: De ninguna manera. Se trata de ponerlo de manifiesto otra vez, de otra manera. No podemos aspirar a más, ni debemos forzarlo. Si creyésemos estar fundando el Nuevo Mundo se nos podría acusar de milenaristas.
M.Q.: ¿Y no existe un componente milenarista en vosotros? ¿A qué os referíais entonces, en otro lugar, cuando hablábais del “poder simbólico de la fecha”?
L.B.: A que resulta sencillo
en ese caso poner todos los relojes en hora. Cuando el 3 de octubre los
internautas españoles atacaron coordinadamente la centralita de
Telefónica se sincronizaron con las señales horarias de Radio
Nacional. Se trataba de producir una referencia que pueda ser accesible
a todos, por más que ello suponga asumir la existencia de algo tan
esclerotizado como la radio estatal, donde tú y yo no solemos vernos.
En cuanto al componente milenarista, tampoco se trata tanto de negarlo
como de asumirlo a partir de sus posibilidades. Se habla de milenarismo
como de una alienación grave de la conducta racional o como una
superstición. Este discurso que enfrenta el mito como algo ajeno
la mayoría de las veces no descifra sus propios fantasmas, pero
hemos de tener en cuenta su procedencia, eclesiástica y no ilustrada,
para entender su alcance. Para Guy Debord “las esperanzas revolucionarias
modernas no son secuelas irracionales de la pasión religiosa del
milenarismo”, sino que “es el milenarismo, lucha de clase revolucionaria
hablando por última vez el lenguaje de la religión, quien
constituye ya una tendencia revolucionaria moderna, a la que todavía
falta la conciencia de ser únicamente histórica” [La sociedad
del espectáculo, tesis 138]. Por lo que a nosotr@s respecta, se
trata de no perder esto último de vista para que podamos reconocer
la revolución como nuestra propia operación. Si alguna vez
pudimos ver en el arte el “sentido en proceso” que en la religión
aparecía como dado, nuestro milenarismo estético se hace
también a sí mismo, en vez de fiar a Dios el sostenimiento
y desarrollo de la realización utópica.
Por supuesto, esto no supone
sin más una aceptación del tiempo histórico y su medida.
Podríamos contar según cualquier otro calendario y no habría
tal evento, pero es Occidente el que boquea de modo alarmante, es ese sueño
el que queremos perturbar. La huelga de arte se manifiesta así también
como denuncia del Espectáculo del Milenio. Nos vemos obligados a
actuar en medio de falsedades que se han vuelto inabarcables. Hay que denunciar
esa fecha como detención sin la que no existe ruptura, y considerar
la posibilidad de hacer algo con ella. Sobre todo porque tardará
en volver a presentarse.
M.Q.: ¿No participa sin embargo esta huelga de una impresión general de que algo está cambiando deprisa en este fin de milenio?
L.B.: Somos escépticos
acerca de la verdadera dimensión de estos cambios tan publicitados.
Es evidente para nosotr@s que este siglo ha abierto muchas heridas y ha
acabado con muchas esperanzas, que participamos tod@s de la misma sensación
melancólica de quien sorprende la muerte en medio de su obra inacabada,
para la que ya no quedan energías. Alguien ha llamado a esto el
síndrome del último hombre. Esta percepción puede
llevarnos a considerar que cualquier transformación de las condiciones
presentes debe ser bendecida, y que un cambio en la cifra comportará
inmediatamente un cambio en la actitud. Esta fe inerte es la que no conduce
a nada y la que expresa en cambio la estructura simbólica profunda
del capitalismo. Nada cambiará si nosotr@s no lo cambiamos, de este
o de otro modo, en el 2000 o en el 2004. Existe un programa universal para
explotar espectacularmente esta esperanza y reconducir los eventos hacia
equilibrios económicos cada vez más precarios. Cuando la
sensación de claustrofobia y decadencia se cierne sobre los habitantes
de este siglo oscuro, cuando un abismo sin fondo ni forma se abre unos
pasos más allá, pretenderán convencernos de que un
milenio despejado y con posibilidades ilimitadas de desarrollo se abre
ante nuestros ojos.
En el I Ching o Libro del
Cambio existe un hexagrama que me parece adecuado para meditar sobre nuestra
condición presente. Se trata de Kû, el viento bajo la montaña,
en la traducción de Richard Wilhelm El trabajo en “lo echado a perder”.
El ideograma chino representa una vasija rebosante de gusanos de la corrupción
que escapan por sus bordes, y según las interpretaciones eruditas,
su sentido es el de “lo echado a perder”, aquello que un día nos
alimentó y se nos ha vuelto venenoso debido a una situación
de abandono o de inercia, lo que ha perdido las virtudes que le son propias
a causa de no haber efectuado las transformaciones precisas de su composición
o su actualización correcta. Su referencia sapiencial o aplicación
práctica la constituye la necesidad de sanear aquello que se ha
corrompido o desviado de su propósito originario. Esta circunstancia
nos coloca en la situación en que “se hace ventajoso atravesar un
gran río. Tres días antes de comenzar. Tres días después
de comenzar.” Hay aquí la evidencia de una transformación
en perspectiva, y una línea de demarcación clara, aunque
perturbada por el flujo violento de las grandes aguas Sin embargo, esa
transformación requiere varias decisiones y supone muchos entrenamientos
para que, por miedo o impericia, no acabemos siendo arrastrados por la
corriente. Y es lo que me fascina de esta figura, que no habla tanto de
lo echado a perder como del trabajo sobre ello. Son muchas las pretensiones
del proyecto ilustrado que saltaron por los aires o se revelaron falsas
con el tiempo, entre ellas la promesa oculta en el arte. Pero según
la interpretación que extraigo del signo en su aplicación
al momento presente (al fin y al cabo, el “I Ching” pretende ser una descripción
de procesos, y no tiene el sentido adivinatorio que los occidentales le
hemos atribuido en nuestro uso instrumental alienado), no es tanto “lo
echado a perder” sino nuestra intervención sobre ello, el trabajo
en lo echado a perder. No se trata simplemente de quedarse sin memoria
y por tanto sin aspiraciones ciertas. Tres días antes y tres días
después expresan una labor intensa de desciframiento de lo que hemos
sido y una alerta sostenida para detectar los residuos activos de corrupción.
La transformación no va a llevarse a cabo sin renuncias dolorosas,
sin riesgo y sin intrigas. De hecho, puede no llevarse a cabo, ¿quién
podría adivinarlo y no simplemente pretenderlo?
M.Q.: ¿Existen perspectivas de hacer esta huelga extensible a otros puntos de España o del mundo?
L.B.: Existen todas las perspectivas, si bien debemos tener en cuenta que el estado actual de la cuestión es el resultado de un diálogo entre Madrid y Barcelona. Son varios los artistas que han manifestado su adhesión a la huelga en estas dos ciudades, y se nos sigue pidiendo información desde publicaciones de otros puntos del estado. Como te señalaba se trata de una iniciativa local que, debido a su apertura, se ha ido cargando de cuestiones más amplias. Aquel condividuo que hace más de un año quiso plantar cara con ella a una decisión municipal hoy ha perdido el control de su juego. Y el virus se sigue extendiendo. Tal y como se ha ido desarrollando la idea, hoy convendría ciertamente que se hicieran explícitos algunos apoyos fuera de estas dos ciudades, aunque ello suponga aceptar iniciativas, estrategias e interpretaciones diversas de la huelga, ya que no se trata de un gesto ceñido, según venimos manifestando, y así empezar a dibujar al menos un triángulo, por ejemplo con Euskadi, donde andan a vueltas con el Guggenheim, o en la zona de Valencia, donde ya algunas obras de arte se declararon en huelga.